Me dispongo a dar una verdad incómoda sobre Hogwarts Legacy tras un mes de su salida. Un juego que todos los que nos criamos con los libros de J.K. Rowling añorábamos desde que nos perdíamos en sus páginas. ¿Ir a Hogwarts? ¿Pasear por los pasillos del colegio? ¿Asistir a clase de Pociones? ¿Descansar en la sala común? ¡¿A quién debo pegarle un Avada Kedabra en toda la jeta?!
Llevo limpiándome la baba desde que se filtró aquel video chusco en el 2018. Esperando con impaciencia noticias nuevas, videos, imágenes, diarios de desarrollo.
Y ahora que el juego ha salido, deberíamos estar contentos, ¿verdad?
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¿Verdad?
La verdad incómoda de Hogwarts Legacy
Voy a hacer una deferencia entre la verdad y mi verdad, tratando de ser objetivo en cuanto a contexto y el videojuego que tenemos entre manos, pero nada de esto es una verdad absoluta; no deja de ser MI verdad por mucho que trate de ser fiel a la realidad.
Ni que decir que tampoco trato de tirarle mierda al juego, ni de que cambies de opinión si es que te encanta. ¡Estaría bueno!
Hablamos de un juego que, incluso con polémicas y boicots a sus espaldas, ha copado las listas de más vendidos durante meses incluso antes de su salida. Un juego víctima de la sombra de J.K Rowling que ha conseguido alterar a la prensa especializada, otorgándole notas absurdamente altas o absurdamente bajas según se tercien las miras del redactor.
Yo quiero dejar todo eso de lado; fuera polémicas que, lejos de sentimientos (adversos o hermosos) que pueda suscitar el mundo mágico de Harry Potter, lo cierto es que Hogwarts Legacy esconde unas verdades la mar de incómodas.
Un regular mundo abierto
Ni que decir que Hogwarts Legacy tiene una ambientación sobresaliente. Las primeras horas en las que recorres el colegio, seas fan o no, probablemente lo hagas con una sonrisa de oreja a oreja.
Hay un mimo desmedido en cada centímetro con esos cuadros animados, esas gárgolas que te sueltan algún comentario, esos eventos aleatorios en el que los alumnos afrontan en voz alta sus problemas del día a día.
Está todo tan bien hecho que quieres sentirte uno más, y ahí es cuando te das cuenta de la primera verdad incómoda; que la calidad de la ambientación no lo acompañan las mecánicas jugables.
Y es que, por mucho que duela, Hogwarts Legacy tienes las jugabilidad de un juego de hace más de una década.
¿Esto es malo? No especialmente, pero el juego entero se sostiene sobre un tablero quemado de tanto usarlo y no tardas en descubrir que, tras la hermosísima fachada, se oculta un mundo abierto genérico. Y es algo doloroso cuando hemos tenido propuestas como The Witcher 3, Zelda Breath of The Wild, o Red Dead Redemption 2, que han sabido reinventarse y actualizarse a las nuevas épocas.
Hogwarts Legacy obvia que todos esos juegos existieron y se sumerge en la repetición como sinónimo de calidad; más horas es igual a mejor juego, y lo siento, señor mío, pero no.
Como juego de mundo abierto, sus mecánicas no son mejores que las de un juego del montón; y no del montón bueno precisamente.
Variedad por encima de calidad
Y es que, la verdad, Hogwarts Legacy está lleno de actividades que no valen para nada. Es algo que se añade poco a poco para que la sensación de descubrimiento no se agote demasiado pronto. Podremos hacer carreras de Quidditch, coleccionar páginas de la guía de campo, decorar la sala de los menesteres, recolectar animales fantásticos, pruebas de merlín, arenas de combate…
Hay mucha variedad de cosas que hacer por el mapa, pero nada sobresale por ser ni un reto jugable ni especialmente divertido. De hecho, ni siquiera la mayoría de las recompensas justifican su recorrido, ya que poco aportan salvo cambiar la apariencia de unos guantes o unas gafas.
Y esto es un problema ENORME cuando el mismo juego te secuestra y te dice: “¡Oye! ¿Quieres seguir con la campaña? Pues más te vale que te pongas a hacer actividades como un loco o te lo impedimos”.
De hecho, si quieres hacer la última misión, vas a tener que navegar en un insondable pozo de horas de morralla para poder desbloquearla.
¿A quién cojones se le ocurrió esta idea? Debió ser al mismo que se le ocurrió meter un minijuegos para Alohomora que copia el sistema de ganzúas de las sagas de Bethesda y que puedes verte obligado hacerlo cuatro veces en menos de tres minutos.
Un RPG bastante mediocre
Otra cosa que es como una patada de hipogrifo en los guitos es la etiqueta RPG que el mismo juego se adhiere.
Por un lado, hablemos del tema del roleo, que ya os aviso de que es inexistente. Nuestro personaje, por lo general, nos permite elegir como decir las cosas de dos formas: amablemente o muy amablemente. Si tu interés es ser un cabrón con pintas este juego no te lo va a permitir.
Ser de una casa u otra solo cambia una misión. El uso de maldiciones imperdonables delante del profesorado acaba con un leve reproche verbal. Esto me hace gracia, ya que puedes matar a los enemigos de todas las formas horribles posibles, que a nadie le importara siempre no entones un Avada Kedabra. Congelarlo y luego hacerlo pedazos de un Bombarda, eso sí; eso merece puntos para Griffindor.
El juego está lleno de sin sentidos como este; caminar de noche por el colegio solo es reprochable si coincide con que estés haciendo una misión específica (solo una), pero luego como si vas lanzando bombas de madrugada, que a todo el mundo se la pela.
Esto contamina la inmersión que consigue la sobresaliente puesta en escena, dándote a entender que al cartón piedra no le importa ni tus acciones ni tu contexto.
El juego es un cúmulo de buenas intenciones que no llegan a nada. Caminar por los escenarios de Hogwarts legacy es hermoso, pero la verdad sea dicha, bastante poco productivo. Sus personajes poco tienen que decir o aportar, siendo poco más que elementos de atrezzo y algún extra ocasional que nos mande alguna misión secundaria que incide, una vez más, en la repetición más perezosa.
Una historia que no se esfuerza
Y es que ahora llegamos a otro punto realmente flojo. La verdad es que la historia de Hogwarts Legacy no es mala, pero sin la más mínima ambición. Se asienta en la mediocridad de la funcionalidad.
Nuestro protagonista es un alma valerosa, inteligente, grácil y amable que tiene el poder de ver magia antigua; un Mary Sue de manual, vamos.
Este prota genérico no entra a Hogwarts hasta 5º año, y por motivos de que el guionista no quería trabajar, a nadie le importará. Parece más una excusa para resaltar al personaje como una anomalía curiosa, aunque jamás se indague en ella.
Luego tenemos una trama plana de una rebelión de duendes, una magia ultra poderosa que jamás se explica ni se desarrolla, relaciones con compañeros a los que debes querer e interesarte solo porque tienen líneas de diálogo y una relación nula con un profesorado.
Lo curioso es que todo esto, por separado, podría tener recorrido, pero el juego quiere ser tan grande que hace honor al dicho :”El que mucho abarca poco aprieta”.
Un caso muy evidente es el director de la escuela, Phineas Black; el típico personaje pomposo y taimado. Es algo que deduces por el cliché que representa y no porque el personaje tenga un mínimo de desarrollo. Para nada. El tipo tiene menos de 10 minutos de presencia en un juego de 40 horas, pero cuando aparece, Hogwars Legacy te grita: “Mira, que bobo es este director”.
Y así con todo. Probablemente las secundarias de Sebastian Sallow (Compañero de Slytherin) sean las más interesantes, pero no porque conformen una buena historia, sino por que el listón está tan bajo que con poco que suba los hombros ya le saca tres cabezas al resto.
En conclusión, ¿merece la pena?
Hogwarts Legacy no me parece un mal juego, pero sí un cúmulo de verdades incómodas. Una propuesta vaga, muy mejorable y, a la vez, hermosa. Los méritos y defectos de un mundo abierto genérico a los que nos acostumbra Ubisoft, y cuya puesta en escena es de una calidad obscena.
Y es que, sin lugar a dudas, la mayor verdad incómoda de Hogwarts Legacy es que han tenido las herramientas para crear algo visualmente impactante, para desaprovechar lo jugable con mecánicas básicas, rancias y de poco riesgo. Una obra de arte sin alma ni personalidad.
Su ambientación ha conseguido darme una treintena de horas decentes, y las últimas diez, acabada la sorpresa, se me han hecho bola. Solo quería que el juego acabara para pasar al siguiente, y esto es algo muy subjetivo. Si te gusta echarle ratos distendidos, sin pretensiones, para ir sacando coleccionables, puedes llegar a disfrutar mucho de su propuesta.
Como fan del universo, Hogwarts Legacy es el mejor juego jamás adaptado de la franquicia, pero el listón no estaba alto.
Personalmente, me parece un juego de notable bajo y más que decente para perderse por los universos mágicos del imaginario Rowling. Pero el éxito de la propuesta da a sus creadores una embriaguez que impida ver los fallos del juego, haciendo difícil que se corrijan o mejoren en su siguiente entrega.
¿Cómo vas a mejorar cuando todo el mundo te grita lo bueno y bonito que eres?
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